Por Alma Joaniquina y Johan Doncel...
El desarrollo momentáneo que consiguen nuestros países con gobiernos opresores mediante la explotación a su pueblo, y propician su subdesarrollo; es sólo un espejismo efímero de bienestar material, pervertido de egoísmo y deshumanización.
La culpa de las estrecheces actuales... deriva de la falta de solidaridad de los hombres y de los pueblos entre sí. El supuesto bienestar que logran los hombres cuando, a fuerza de derribar a los otros, de utilizarlos como simples escalones para subir al éxito, de olvidarlos en la desdicha, de ignorarlos en la pobreza, de sumirlos en la ignorancia, es sólo una desdichada farsa de poder y comodidad que tiene sumida a la sociedad en un estancamiento fétido de intereses personales que ha relegado al olvido la confianza entre los hombres.
La solidaridad debe ser verdadera, tangible, cierta. Debe ser activa, perseverante, constante.
No es posible confundirla con un vago sentimiento de malestar ante la desgracia de los demás. (…) La solidaridad, en el compromiso del hombre y de la mujer es un servicio a aquellos cuyas vidas y destino están ligados estrechamente entre sí… La solidaridad es entrega y, por tanto, diametralmente opuesta al deseo egoísta, que impide el verdadero desarrollo. La falta de solidaridad se revierte en contra nuestra, y nos afecta tan directamente como a los más necesitados. Ser solidarios con los demás, podemos decir, es ser solidarios con nosotros mismos, pero de una manera genuina, legítima. Querer olvidar la solidaridad y observar con los brazos cruzados las necesidades de los que nos rodean es un síntoma de un profundo egoísmo, una irreparable ceguera o una asombrosa ingratitud.
Preocuparnos por nosotros y por los nuestros es lícito, pero no a costa de los demás, sino de la mano de los demás, colaborando con el desarrollo de todos. Primero en la familia, luego en la comunidad; más tarde en la sociedad o más allá de nuestras fronteras. El desarrollo de todos es también mi desarrollo; el bien de todos es también mío.
El ser humano es un ser social: necesita de otros y los otros necesitan de él. Con esto, ¿quién puede negar la necesidad inmediata de la solidaridad verdadera en todos los hombres? Ya sean jurídicos, ya sean filosóficos, ya sean morales los argumentos que se esgriman a favor de ella, cualquier hombre que acepte a la justicia como la constante y perpetua disposición de dar a cada quien lo que por derecho le corresponde sabrá, por lo mismo, observar en la solidaridad una verdadera exigencia de la justicia misma y un llamado urgente de caridad universal.
Desgraciadamente, esta conciencia de solidaridad universal suele reducirse a una buena intención, una aberración lejana y sentimental hacia las injusticias sociales, hacia la pobreza o el hambre. Y este sentimiento que arroja nuestras esperanzas hacia un país lejano, tal vez arranque de nosotros la capacidad de observar las necesidades de nuestro prójimo que lloran a nuestro lado todos los días. Es por esto que la solidaridad debe ser desarrollada y promovida en todos sus ámbitos y en cada una de sus escalas. La solidaridad debe mirar tanto por el prójimo más cercano como por el hermano más distante, puesto que todos formamos parte de la misma realidad de la naturaleza humana en la tierra.
Ningún hombre es una isla. Estamos unidos, incluso cuando no somos conscientes de esa unidad. Nos une el paisaje, nos unen la carne y la sangre, nos unen el trabajo y la lengua que hablamos. Sin embargo, no siempre nos damos cuenta de esos vínculos. Cuando nace la solidaridad se despierta la conciencia, y aparecen entonces el lenguaje y la palabra. En ese instante sale a la luz todo lo que antes estaba escondido. Lo que nos une se hace visible para todos. Y entonces el hombre carga sus espaldas con el peso del otro. La solidaridad habla, llama, grita, afronta el sacrificio. Entonces la carga del prójimo se hace a menudo más grande que la nuestra.
Sólo aquél que no sepa observar la natural sociabilidad del hombre podrá negar, equivocadamente, la necesidad natural de la solidaridad.
El Movimiento Unidad Popular en acción.
La UP en acción, llevando a cabo su primer Proyecto, todo por una sonrisa de nuestros niños, jóvenes y hermanos adultos.
El sembrar Amor... llevar alegría a los niños, llevar esperanza a familias pobres dejados al olvido; es nuestra contribución de cada un@ de l@s Compañer@s; cumplimos con nuestro objetivo, que reciban un regalo, que por su situación económica ellos no la reciben.
Nosotros en nombre de cada sonrisa que nos regalaron desde nuestros niños a adultos, agradecemos a todos, quienes han hecho posible de cumplir con firmeza, nuestro primer proyecto lleno de Amor y Esperanza.
Compañeros:
- Maria Joaniquina
- Alma Joaniquina
- Yoselyn Gomez Chodil
- Sebastian Gonzales Mansilla
- “Anonimo”
- Alberto Conesa
- Lexi Carrero
- Bertha Morgado
- Toño Castañeda
- Oscar Pepeito Peres
- Kakumei Kar
- Paula Kar.
- Luis S. Rodriguez
- Juan Sebastian
- David Carrero Moreno
Johan Doncel
2 comentarios:
Ante los desafíos de la nueva situación del mundo, el objetivo, meta, trabajo solidario debe centrarse en la lucha, trabajo, al esfuerzo para progresar.
Trabajemos por el Sí.. a la seriedad del compromiso, gratuidad tal como se manifiesta en el juego, en el tiempo libre, o simplemente, en la alegría de vivir!.
Trabajemos por el Sí.. al ideal de ser ciudadano, de ser militante y luchador.. quien se entrega lleno de entusiasmo y coraje a la causa de la humanización del mundo!. Trabajemos por el Sí.. a la figura del animador, del compañero, del amigo, del hermano, en palabras sencillas.. por un ‘Sí’ a quien es rico en humanidad, en libertad y en amor.
Un encanto ver la felicidad en los niños, se han de despertar conciencias, conciencias humildes, qué hagan temblar a los poderosos, y acercarlos a la verdad existente, que no todo quede en buenas intenciones.
Y el paso qué habéis dado, se un ejemplo para muchos.
Nos veremos junto al pueblo Mapuche a pesar de la "corta distancia qué nos separa y a su vez nos une"
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