COLOMBIA… ARGOS: JULIO 20 DE 2010
Varios gobiernos se venían enfrentando al problema de los campesinos armados. Rojas los bombardeó, pero no los pudo exterminar. Alberto Lleras intentó, en vano, las tácticas persuasivas de la denominada “Rehabilitación”. Y ahora el sucesor, desesperado, decidió abrir fuego contra “Repúblicas Independientes” y borrarlas del mapa.
El presidente en ejercicio se llamaba Guillermo León Valencia. Era comprensible sus desesperación, pues la administración de Lleras le había dejado una triste herencia: la economía en bancarrota, las deudas amontonadas, el peso devaluado, y por ende, el pueblo desilusionado. En 1957, Alberto Lleras inicio el régimen de Frente Nacional bajo una atmosfera optimista, pero al entregar las riendas del gobierno a Valencia en 1962, Lleras estaba totalmente desacreditado. Ni siquiera una visita a Bogotá por parte del presidente Kennedy pudo rehabilitarlo. La burguesía nominó a Lleras para el Premio Nobel de la Paz e invirtió miles de pesos en el montaje de una inmensa manifestación de apoyo. Mandaron elaborar enormes pancartas con la leyenda “Gracias, Alberto Lleras”. Pero los trabajadores, verdaderas victimas de su política de eternos prestamos a los Estados Unidos, pintaron otras pancartas irónicas, escritas en ingles “thank you Mr. Lleras!”.
Entre 1962 y 1964, la deuda nacional aumentó y, a la par con ella, aumento también la pobreza de las masas. Guillermo León Valencia, un presidente fanfarrón. Parecía haber perdido el control.
Desde tiempo atrás, Marquetalia había sido una espina clavada en el costado del gobierno. Aun cuando otros fortines de campesinos se fueron debilitando bajo los constantes ataques y bloqueos, y sus habitantes, amenazados de inanición, tenían que rendirse y salir de los montes agitando pañuelos blancos, los moradores de Marquetalia todavía resistían. Dominaban el altiplano en la cordillera central y practicaban la agricultura en forma de comuna. Se gobernaban independientemente y mantenían su propio ejército. Sus centinelas guardaban los desfiladeros que daban acceso a Marquetalia y las patrullas oficiales que intentaban sobrepasarlo se enfrentaban a las descargas de metralletas. Frente a la imposibilidad de los generales, con sus consejeros militares norteamericanos optaron por un bombardeo intensivo.
Sin más ni más, avisaron al público de su proyecto. Según los informes oficiales, la operación representaba un “compromiso trascendental de liberar a las Repúblicas Independientes”. Costaría unos treinta millones de dólares y movilizar a dieciséis mil soldados del ejército.
Los soldados serian conducidos con helicóptero para situarlos en Marquetalia, y el ejército emplearía las mas modernas técnicas norteamericanas: el napalm y la guerra bacteriológica. Corresponsales extranjeros fueron invitados a presenciar la eficacia de estas armas, y el inicio de la operación se anunció para el primero de mayo.
Este escueto informe dejó al pueblo Colombiano momentáneamente aturdido, sin palabras. Luego se levantaron las protestas. Cada asociación humanitaria unió su voz a la del Movimiento Revolucionario Liberal y el partido Comunista para condenar el monstruoso fratricidio, con el resultado de que los generales y los ministros del gobierno tuvieron que conceder nuevas entrevistas para modificar sus anuncios anteriores, con la garantía de no emplear bombas sino como ultimo recurso y solamente contra “grupos rebeldes que no quieran someterse a las leyes, a la Constitución y a las autoridades de Colombia”.
Las masas esperaban horrorizadas, y las familias de Marquetalia cavaban trincheras y escondites en las montañas, preparándose para resistir hasta el final.
El ejército no permitía que en el territorio nacional existiera ningún rincón donde no pudiera alzarse la bandera de la patria, le gustara o no a la gente de Marquetalia.
Desde sus escondites en el tupido follaje de las montañas, las familias campesinas escuchaban el zumbido de los primeros helicópteros. De pronto irrumpió una voz estridente que ahogaba el ruido de los motores.
“Esta es la ultima llamada a la población civil –graznaba la voz-. Salgan y ríndanse. En caso contrario serán destruidos, al igual que los bandidos armados. Esta es su ultima oportunidad”.
Varios campesinos se asomaron por entre la maleza para ver de donde salía la voz, y divisaron un enorme alto parlante colgado de un helicóptero, semejante al miembro de un mulo.
El parlante siguió vociferando su estrepitosa llamada a la “población civil”. Pero a pesar del peligro que rondaba sobre sus cabezas, los campesinos sonreían. No se sabía cual, entre ellos, era un “civil”. En cierto sentido, todos eran civiles. Pero el jefe de cada familia estaba armado y el guerrero más intrépido no se podría distinguir de su vecino. Todos vestían igual: con sombrero pajizo, camisa y pantalón de dril, y sandalias o alpargatas. Los guerrilleros no parecían diferentes.
Ahora tenían que actuar distintamente. Su jefe les dio instrucciones:
- Mujeres, niños y no combatientes se trasladaran a la selva, donde será más difícil que el enemigo los encuentre. Nosotros, los armados, formemos grupos pequeños para hostigar al enemigo tan pronto pise tierra. Si lo que buscan esos hijueputas es la pela, entonces vamos a pelear.
Durante horas mas estuvo zumbando el helicóptero; luego, volando por encima de los arboles, se perdió de vista. Los campesinos, escuchando de lejos el parlante rebuznando su mensaje a otros invisibles miembros de la “población civil”, aprestaron sus posesiones y empezaron a salir cautelosamente de los escondites.
Más no todos lograron llegar a sus nuevos refugios. Una mujer fue alcanzada por una bala de metralleta mientras corría por campo abierto hacia la selva. Y dos aviones cazas de reacción que lanzaron bombas contra un caleterío entre los arboles, dieron muerte a quince niños que se habían escondido en una cueva. Una especie de “viruela negra” empezó a manchar la piel de los niños y grandes, pues los aviones regaban la selva con un terrible rocío de bacterias.
Sin embargo, a las pocas semanas, la mayoría de las mujeres y niños estuvieron a salvo en sus refugios secretos, y los combatientes elaboraban nuevas formas de guerra. Los aviones enemigos trataban en vano de ubicarlos y los pelotones de infantería que los buscaban fueron atacados por todos los flancos. La tropa del ejército regular regresaba a sus campamentos arrastrando heridos y muertos. La guerra de guerrillas comenzaba en serio.
El presidente otorgo medallas de distinción a dos policías a quienes tocó “en suerte” dar de baja a dos conocidos bandoleros. “Héroes de la pacificación” los llamo Valencia, con lo cual se infería que cualquier ciudadano capaz de matar a un campesino en Marquetalia tendría derecho a condecoración.
La verdad sobre Marquetalia llegaba a manos de compañeros, como María Arango, militante del Partido Comunista. Gracias a ellos Comunicados del frente guerrillero informado acerca de emboscadas tendidas por los campesinos contra las patrullas del ejército regular. Detalles sobre los armamentos, uniformes y equipos capturados por los combatientes de Marquetalia: mochilas del ejército norteamericano, cantimploras de aluminio y fusiles M.1 que llevaban la marca “Made in USA”. Obviamente, nada de esto salía en los periódicos como el tiempo.
Un documento promulgado por los guerrilleros era la ley de reforma agraria de Marquetalia. No era un proyecto socialista. Al contrario, abogaba por la tenencia privada de pequeñas parcelas de tierra. Pero tenia el enorme merito de ser una ley redactada por los propios campesinos en un campamento guerrillero, mientras las bombas caían a su alrededor.
Estadísticas que reflejaban el saldo total de la Operación Marquetalia. Con treinta millones de dólares, el gobierno colombiano y sus consejeros norteamericanos habían obtenido lo siguiente: cien fincas destruidas y sus cien ranchos incendiados; las tierra comunales de Marquetalia ocupadas; cien mil aves consumidas y aproximadamente el mismo número de reses; dos mil campesinos encarcelados, de los cuales doscientos fueron asesinados y quien sabe cuantos torturados. El daño causado en la zona se estimaba en dos millones de dólares. Y por parte de la gente de Marquetalia, la cifra total de los caídos en combate sumaba diecisiete: un guerrillero, una mujer y los quince niños que se refugiaban en la cueva.
La operación produjo también otro efecto no previsto por los generales ni por los expertos gringos: los destacamentos guerrilleros formados como respuesta al bombardeo realizaron en septiembre una reunión clandestina con otros grupos de campesinos armados en el departamento del Tolima, y anunciaron la creación del Bloque Guerrillero del Sur. La revolución colombiana entraba en una nueva fase.
Johan
1 comentario:
Muy buen artículo camarada Johan, es exactamente lo que vivieron en los años cincuenta los campesinos, campesinas y sus familias...La violencia desde que me conozco ha existido en Colombia, ya de eso va más de medio siglo y lo más triste y deseperante es que al pueblo aun lo tienen sonso, con las mentes alienadas, dormidos no los dejan pensar....claro porque no los educan o mejor dicho porque les tienen cohartado el derecho a la educación, para que no puedan disernir la magnitud de lo que han hecho durante años porque han sido horrores, asesinatos, violaciones de todo tipo, vejaciones, ultrajes, genocidios y pare de contar. así como pase de factura a todo el que piense diferente a ellos o se revele ante la injusticia social, ante la explotación, ante la diferencia de clases sociales....Ese régimen no ha permitido al pueblo la oportunidad de establecer la diferencia de lo que significa la libertad, el bien del mal y donde terminan los derechos de unos y comienzan los de otros....!!!
Felicitaciones por su revista le deseo que siga cosechando triunfos y que todos sus proyectos se consoliden y sus sueños se conviertan en una gran realidad para que nazca la esperanza de libertad, soberanía y autonomía en nuestro pueblo...
Hasta La Victoria Siempre...Venceremos...!
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