Escribe Ricardo Daher.
“Uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo”, sostuvo hace pocos días el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, al reunirse con estudiantes universitarios y convocarlos a pensar en como debería ser el futuro. Esa parece ser también la base en la que se discuten los cambios que el próximo congreso del Partido Comunista deberá aprobar en abril próximo.
Las iniciativas de actualización de la Revolución Cubana han despertado más de un titular de prensa intencionado, y algunos esperanzados en que los cambios que se están proponiendo representen un abandona del camino al socialismo y de retorno al modelo capitalista. No importa que los dirigentes de la Revolución y el pueblo expresen una y otra vez que los cambios que se discuten, buscan fortalecer el proceso y sentar bases sólidas para mantener el objetivo de una sociedad justa.
Algunas críticas provienen incluso de sectores de izquierda que insisten en reclamarle “pureza” del modelo –ninguna concepción a empresas privadas, nacionales o extranjeras- pero que están lejos de padecer las dificultades económicas de una Revolución que por más de 50 años, ha enfrentado con éxito los intentos por destruirla de la potencia económica y militar más grande de la historia y además ha colaborado con el movimiento revolucionario y progresista en todo el mundo, incluso entregado lo poco que te tenían y necesitaban.
Hasta quienes reclaman para si la potestad de buscar su propio camino en los cambios que las sociedades necesitan, le quieren negar a Cuba esa posibilidad, y le exigen que caduque “con las banderas en alto”.
Por otra parte, los enemigos de siempre, sobredimensionan los problemas y exageran algunas medidas que se pretenden aplicar en Cuba, para mantener la misma cantinela de que “la revolución ha fracasado”.
Tanto unos como otros han olvidado una máxima que el propio proceso revolucionario cubano ha practicado y enseñado: no hay un camino recto y sin obstáculos hacia el socialismo, y en ningún proceso revolucionario.
Por otra parte tampoco vale desentenderse de los problemas y decir simplemente que como en anteriores ocasiones, el proceso revolucionario cubano se arregla solo –sin que haya que modificar nada- y que por lo tanto no debemos ocuparnos del tema. Es cierto que las soluciones saldrán de los propios cubanos, pero también es cierto que las discusiones, y los caminos que en el futuro empresa Cuba, tendrá una enorme importancia para los procesos progresistas del continente ya que todavía es la experiencia socialista más avanzada y democrática de las realizadas por el hombre. No el camino único del socialismo, sino uno de los ensayos perdurables, emprendido en las más difíciles condiciones, que más ha durado y que más ha aportado en la región.
Un camino de independencia, soberanía, justicia y solidaridad que no sólo le ha servido a las fuerzas progresistas del continente, sino que también con su resistencia al imperialismo, ha contribuido, incluso, a sostener democracias liberales. Seguramente sin el ejemplo y sin la práctica de la revolución cubana, muchos gobiernos democráticos latinoamericanos, habrían caído bajo las políticas más regresivas impulsadas por el gigante norteamericano.
Más allá de la preocupación por los titulares –por ejemplo la reducción de la plantilla de funcionarios públicos- hay que preocuparse por atender cuáles son las reales propuestas de cambio, a que apuntan, como se instrumenta, y al mismo tiempo, conocer el análisis de situación, nacional e internacional, que están motivando los cambios.
Si bien existe una sana costumbre de analizar el discurso de los dirigentes políticos mundiales para encontrar si en sus palabras hay otras intenciones, ya que no es común que el discurso acompañe la práctica o viceversa, en el caso cubano no hay porque dudar que lo que se dice es lo que se pretende hacer.
Nadie ha podido jamás apuntar un discurso de Fidel Castro que contradiga su práctica o al revés. Siempre lo que Fidel ha dicho es lo que ha hecho o intentado hacer. Así, cuando sostienen que los cambios no modifican el objetivo, es sencillamente porque eso pretende.
El pasado primero de noviembre, en una reunión de la dirección de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el presidente Raúl Castro insistió en este aspecto. Al referirse a los cambios económicos propuesto recordó que “no estamos copiando a ningún país, que es un producto autóctono, ajustado a nuestras características, y sin renunciar en lo más mínimo a la construcción del socialismo”.
Asimismo, a Cuba jamás se la podrá acusar de esquemática o pasiva. El proceso revolucionario cubano, desde su nacimiento, fue innovador, y en todo su desarrollo, siempre buscó renovarse y ensayar caminos nuevos. Ese ha sido además, uno de los grandes aportes al proceso revolucionario y progresista latinoamericano.
Así que, reconociendo la soberanía y la potestad de los cubanos a cambiar como quieran, hay que investigar, conocer, como quieren cambiar y que se proponen.
En las últimas semanas el Partido Comunista de Cuba inició los trabajos para el Sexto Congreso que se realizará en abril próximo. De cara a esa instancia decisiva, se ha dado a conocer el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.
Hace pocos días, Fidel Castro se reunió con estudiantes universitarios, y les recordó un discurso que ya había brindado hace cinco años para desafiarlos a pensar y buscar soluciones. Entre otras cosas recordó que se debía estudiar la historia, “qué pasó aquí, qué pasó allí, qué pasó allá, meditar lo que ocurrió hoy y lo que ocurrirá mañana, hacia dónde conducen los procesos de cada país, por dónde marchará el nuestro, cómo marchará, qué papel jugará Cuba en ese proceso.”
“Fue por eso que dije aquella palabra de que uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”
Este llamado de Fidel a que los jóvenes cuestionen y proyecten, ha sido también extendido a todo el pueblo cubano. El presidente Raúl Castro, convocó a todos los cubanos a discutir los cambios propuestos. En un reciente encuentro con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, con motivo de cumplirse 10 años del convenio integral de colaboración entre ambos países, Raúl Castro recordó la importancia del próximo congreso partidario, y recordó su discurso en en la Asamblea Nacional donde manifestó: “la unidad entre los revolucionarios y entre la dirección de la Revolución y la mayoría del pueblo es nuestra más importante arma estratégica, la que nos ha permitido llegar hasta aquí y continuar en el futuro perfeccionando el socialismo” y que “la unidad se fomenta y cosecha en la más amplia democracia socialista y en la discusión abierta con el pueblo de todos los asuntos, por sensibles que sean”. Entonces, insistió Raúl, “el sexto será un Congreso de toda la militancia y de todo el pueblo, quienes participarán activamente en la adopción de las decisiones fundamentales de la Revolución”.
Para ello se ha puesto a la venta pública y subido en varios sitios de internet, el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social”.
El objetivo es discutir entre los cuadros del partido y toda la población las iniciativas propuestas para este nuevo período. Muchas son llamativas porque tienden a reducir el excesivo paternalismo del Estado. Un paternalismo, o “asistencialismo” como se denomina en otras partes, que estuvo justificado cuando la Revolución debió reducir las enormes diferencias sociales y sacar a millones de personas de la pobreza.
Algunas críticas provienen incluso de sectores de izquierda que insisten en reclamarle “pureza” del modelo –ninguna concepción a empresas privadas, nacionales o extranjeras- pero que están lejos de padecer las dificultades económicas de una Revolución que por más de 50 años, ha enfrentado con éxito los intentos por destruirla de la potencia económica y militar más grande de la historia y además ha colaborado con el movimiento revolucionario y progresista en todo el mundo, incluso entregado lo poco que te tenían y necesitaban.
Hasta quienes reclaman para si la potestad de buscar su propio camino en los cambios que las sociedades necesitan, le quieren negar a Cuba esa posibilidad, y le exigen que caduque “con las banderas en alto”.
Por otra parte, los enemigos de siempre, sobredimensionan los problemas y exageran algunas medidas que se pretenden aplicar en Cuba, para mantener la misma cantinela de que “la revolución ha fracasado”.
Tanto unos como otros han olvidado una máxima que el propio proceso revolucionario cubano ha practicado y enseñado: no hay un camino recto y sin obstáculos hacia el socialismo, y en ningún proceso revolucionario.
Por otra parte tampoco vale desentenderse de los problemas y decir simplemente que como en anteriores ocasiones, el proceso revolucionario cubano se arregla solo –sin que haya que modificar nada- y que por lo tanto no debemos ocuparnos del tema. Es cierto que las soluciones saldrán de los propios cubanos, pero también es cierto que las discusiones, y los caminos que en el futuro empresa Cuba, tendrá una enorme importancia para los procesos progresistas del continente ya que todavía es la experiencia socialista más avanzada y democrática de las realizadas por el hombre. No el camino único del socialismo, sino uno de los ensayos perdurables, emprendido en las más difíciles condiciones, que más ha durado y que más ha aportado en la región.
Un camino de independencia, soberanía, justicia y solidaridad que no sólo le ha servido a las fuerzas progresistas del continente, sino que también con su resistencia al imperialismo, ha contribuido, incluso, a sostener democracias liberales. Seguramente sin el ejemplo y sin la práctica de la revolución cubana, muchos gobiernos democráticos latinoamericanos, habrían caído bajo las políticas más regresivas impulsadas por el gigante norteamericano.
Más allá de la preocupación por los titulares –por ejemplo la reducción de la plantilla de funcionarios públicos- hay que preocuparse por atender cuáles son las reales propuestas de cambio, a que apuntan, como se instrumenta, y al mismo tiempo, conocer el análisis de situación, nacional e internacional, que están motivando los cambios.
Si bien existe una sana costumbre de analizar el discurso de los dirigentes políticos mundiales para encontrar si en sus palabras hay otras intenciones, ya que no es común que el discurso acompañe la práctica o viceversa, en el caso cubano no hay porque dudar que lo que se dice es lo que se pretende hacer.
Nadie ha podido jamás apuntar un discurso de Fidel Castro que contradiga su práctica o al revés. Siempre lo que Fidel ha dicho es lo que ha hecho o intentado hacer. Así, cuando sostienen que los cambios no modifican el objetivo, es sencillamente porque eso pretende.
El pasado primero de noviembre, en una reunión de la dirección de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el presidente Raúl Castro insistió en este aspecto. Al referirse a los cambios económicos propuesto recordó que “no estamos copiando a ningún país, que es un producto autóctono, ajustado a nuestras características, y sin renunciar en lo más mínimo a la construcción del socialismo”.
Asimismo, a Cuba jamás se la podrá acusar de esquemática o pasiva. El proceso revolucionario cubano, desde su nacimiento, fue innovador, y en todo su desarrollo, siempre buscó renovarse y ensayar caminos nuevos. Ese ha sido además, uno de los grandes aportes al proceso revolucionario y progresista latinoamericano.
Así que, reconociendo la soberanía y la potestad de los cubanos a cambiar como quieran, hay que investigar, conocer, como quieren cambiar y que se proponen.
En las últimas semanas el Partido Comunista de Cuba inició los trabajos para el Sexto Congreso que se realizará en abril próximo. De cara a esa instancia decisiva, se ha dado a conocer el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.
Hace pocos días, Fidel Castro se reunió con estudiantes universitarios, y les recordó un discurso que ya había brindado hace cinco años para desafiarlos a pensar y buscar soluciones. Entre otras cosas recordó que se debía estudiar la historia, “qué pasó aquí, qué pasó allí, qué pasó allá, meditar lo que ocurrió hoy y lo que ocurrirá mañana, hacia dónde conducen los procesos de cada país, por dónde marchará el nuestro, cómo marchará, qué papel jugará Cuba en ese proceso.”
“Fue por eso que dije aquella palabra de que uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”
Este llamado de Fidel a que los jóvenes cuestionen y proyecten, ha sido también extendido a todo el pueblo cubano. El presidente Raúl Castro, convocó a todos los cubanos a discutir los cambios propuestos. En un reciente encuentro con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, con motivo de cumplirse 10 años del convenio integral de colaboración entre ambos países, Raúl Castro recordó la importancia del próximo congreso partidario, y recordó su discurso en en la Asamblea Nacional donde manifestó: “la unidad entre los revolucionarios y entre la dirección de la Revolución y la mayoría del pueblo es nuestra más importante arma estratégica, la que nos ha permitido llegar hasta aquí y continuar en el futuro perfeccionando el socialismo” y que “la unidad se fomenta y cosecha en la más amplia democracia socialista y en la discusión abierta con el pueblo de todos los asuntos, por sensibles que sean”. Entonces, insistió Raúl, “el sexto será un Congreso de toda la militancia y de todo el pueblo, quienes participarán activamente en la adopción de las decisiones fundamentales de la Revolución”.
Para ello se ha puesto a la venta pública y subido en varios sitios de internet, el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social”.
El objetivo es discutir entre los cuadros del partido y toda la población las iniciativas propuestas para este nuevo período. Muchas son llamativas porque tienden a reducir el excesivo paternalismo del Estado. Un paternalismo, o “asistencialismo” como se denomina en otras partes, que estuvo justificado cuando la Revolución debió reducir las enormes diferencias sociales y sacar a millones de personas de la pobreza.
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