sábado, 4 de septiembre de 2010

Chile: Cabreos mineros.


Doblas la espalda
por comer un mendrugo
y darle a tu esposa
un salario oscuro.

El monstruo sentado
en la gran oficina
y tú, en tierra enterrado
dentro de la mina.

-Las manos se llenan
de aquel polvo oscuro,
las llagas se infectan,
trabajas muy duro.

Dentro de la mina
las caras son negras;
suenan martillazos,
-Piquetas, barrenas.

Eres un esclavo de la burguesía.

Mientras que tu dueño
se mueve y conspira,
tú, sigues metido
dentro de la mina.

Mi pobre minero
negro carbonero.

Si encuentras un día
alguien que te diga,
tira con tu pico
y con tu levita,
y coge con ganas,
con ganas benditas
las hachas de guerra
y con ellas grita
por esos derechos
que no se te aplican.

Si es que se niegan,
entierra con fuerza
el hacha de guerra
en gordas barrigas,
en blandengues cuerpos
llenos de avaricia.

Saca con tus manos
de aquellos despojos
las entrañas negras
y puesto de hinojos
alzalas al cielo,
veras como el Rey
frunciendo su ceño
retira la vista
y estremece el suelo.

Oscuros burgueses,
comunión diaria
misas en sitiales
cabezas alzadas;
como fariseos
con trompetas cantan
cuando dan limosna
y con buena cara
saludan al cura
y su cerviz bajan
cuando se tropiezan
con anciana dama.

¿Tú crees buen minero
que la pena paga
tener estas gentes
en tierra cristiana?
Acabemos prestos
con tanta alimaña.

TIGUAZ

El pasado 5 de agosto, treinta y tres mineros quedaban sepultados en una mina chilena, en la que en las peores condiciones de trabajo posibles y a setecientos metros de profundidad trataban de arañar un salario, siempre miserable, que les ayudase a sobrevivir. Algunos días después se supo que los trabajadores se encontraban con vida y se iniciaron unas operaciones de rescate que tardarán de tres a cuatro meses en concluir. 
 
Cuando estamos a dos días de que se cumpla un mes del accidente, las imágenes que fueron apareciendo en los distintos canales de televisión comienzan a diluirse y los grandes titulares que durante algunos días ocuparon las primeras páginas de los periódicos se van reduciendo hasta convertirse en apenas nada. De lo que hoy se habla, cuando se trata del involuntario encierro de los mineros, tiene mucho más que ver con lo anecdótico que con las razones que llevaron a que un accidente de estas características haya podido producirse. 
 
Son muy pocos los medios informativos que han hablado del cierre que, debido a los accidentes que se habían venido produciendo en la mina, habían ordenado las autoridades y que «inexplicablemente» otras autoridades cancelaron, lo que permitió que el pozo fuese reabierto. 
 
Tampoco se ha hablado mucho de la falta de un seguro de accidentes y de vida para los trabajadores ya que los propietarios de la mina, dueños de varias más, argumentaban que con la extracción del mineral no obtenían suficientes beneficios como para poder pagarlos. 
 
Por supuesto que tampoco se ha comentado en profundidad que el accidente, que se produjo a las dos de la tarde, no fue dado a conocer hasta pasadas unas cuantas horas con lo que se perdió un tiempo muy importante para ayudar a los treinta y tres mineros a salir a la superficie y de igual manera han sido escasas las informaciones que explican que en el momento del accidente los mineros corrieron hacia una chimenea en la que esperaban encontrar una escalera que les permitiese escapar de la ratonera en la que se hallaban pero que tal escalera no existía. 
 
Pese a todos estos hechos, uno de los dueños de la mina ha dicho que "no es momento de asumir culpas ni de pedir perdón" y mientras tanto a setecientos metros de profundidad treinta y tres hombres, con nombres y apellidos, con sueños, con familias, esperan que más temprano que tarde puedan volver a ver la luz, pero sobre todo esperan que algún día se acaben las injusticias, que históricamente se vienen produciendo en la minería chilena, y esperan además que sus manos no solamente sirvan para arrancar el mineral si no también para construir un mañana más prometedor para ellos y para los suyos.
 
Luis Felipe Capellí...

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