La fatiga acumulada por los demócratas colombianos durante 8 años de gobierno de Uribe, ha hecho que algunos se ilusionen con el más mínimo gesto del nuevo gobierno. Otros, escépticos rigurosos, no perciben ni reaccionan a los cambios que efectivamente se presentan. La realidad es que Santos no es Uribe. El mismo Uribe, la oligarquía colombiana y el imperio estadounidense necesitaban un cambio que - aunque cosmético -, es un viraje.
Sin embargo, Uribe mantiene intacto su poder. Santos le cubre la espalda. El plan para invisibilizar a los perpetradores de los crímenes marcha sobre ruedas. Avanza el ocultamiento de los delitos cometidos o de la complicidad de importantes funcionarios del gobierno de los EE.UU., de altos ejecutivos de empresas transnacionales y de grandes empresarios nacionales. Es evidente que habrá sacrificados de poca monta que en compensación recibirán penas leves y magníficas bonificaciones.
El bloque hegemónico está incólume
El sector más reaccionario de la oligarquía vinculado al poder hacendatario, caracterizado por su extremismo de derecha, fue obligado a negociar. Cedieron – retrecheramente –algunas transformaciones, pero tienen todas las condiciones para sabotearlas en la práctica. Han aceptado la necesidad de aprobar leyes para mostrarlas ante la comunidad internacional. Es la cantinela de los derechos humanos en manos de Angelino Garzón. Los temas: víctimas, tierras, reforma de la justicia, concertación con sindicalistas, respeto formal a la oposición, y otras cuestiones del mismo tenor.
Uribe mantiene el control sobre tres sectores fundamentales: las fuerzas militares con Rodrigo Rivera, Ministro de Defensa; la inteligencia estatal con el director del DAS Felipe Muñoz; y la dirección de los programas de asistencia social, “Familias en Acción” y “Juntos” en cabeza de Diego Andrés Molano, quien controla una poderosa estructura nacional que le llega a 2,8 millones de familias pobres de todo el país.
Además, ya se echaron al bolsillo al fiscal encargado Guillermo Mendoza, quien antes de ser reemplazado destituyó a la fiscal delegada ante la Corte Suprema de Justicia Dra. Ángela María Buitrago, quien venía pisando cayos al generalato militar. El caso de Arias Cabrales por el asesinato del magistrado Carlos Urán y demás desaparecidos del Palacio de Justicia tenía muy nerviosa a la cúpula castrense. Así mismo, dicha fiscal ya había citado a indagatoria a Francisco Santos y José Obdulio Gaviria, por haber calumniado a los sindicatos. La reacción de la sociedad ha sido minimizada por los medios de comunicación.
Para rematar, el gobierno acaba de nombrar a Andrés Felipe Arias como embajador en Italia, a pesar que la justicia ya lo tiene en la mira por la comprobada corrupción en el programa de Agro Ingreso Seguro. Es patente que el respaldo del ex-presidente Uribe jugó su papel. Debe tener pruebas contundentes de la participación de gente muy poderosa en los crímenes de lesa humanidad que se cometieron – no sólo durante los 8 años de gobierno uribista –, sino en el lapso de los últimos 25 a 30 años. Y… las usa para respaldar a quien fue su cómplice más leal y su carta política hacia el futuro.
El bloque hegemónico en el poder mantiene en la retaguardia sus estructuras armadas clandestinas. Así lo demostró el reciente atentado a Caracol Radio. En cualquier momento activan los grupos paramilitares. También está inmune la estructura clientelista del “Estado comunitario”. Se mantiene el carácter corporativo de un poder que ya demostró su fuerza electoral en las regiones. Están vivos los entrelazamientos entre el Estado y los poderes corruptos y mafiosos a lo ancho y largo del país. A la sombra de un aparente “reformismo”, el verdadero poder criminal uribista-santista sigue allí, latente, a la espera, hibernando… mientras le llega nuevamente su turno.
Santos cumple su papel a la perfección. Una fina pantomima se ha armado para impresionar e impactar a la “comunidad internacional”, la cual ya está aceitada desde Washington y Ginebra para justificar la puesta en marcha de los TLC con EE.UU. y la UE. El “cuento” de los DD.HH. es la fórmula precisa. Si en verdad, por ejemplo, quisieran devolver las tierras a los desplazados – lo cual es una tarea urgente –, expedirían decretos de emergencia social al estilo de lo que hicieron para golpear a las “pirámides para-financieras”.
Nuestra respuesta
No es negando los cambios como podemos enfrentarlos. Santos no es exactamente Uribe III, pero si es su continuidad. Es un desdoblamiento necesario para ellos. Tampoco podemos idealizar los cambios como lo hace Gustavo Petro. En su carta a los “verdes” plantea que este gobierno "propone reformas profundas en temas sustanciales”. Eso es pensar con el deseo.
Sólo una política agresiva-propositiva desde la oposición y desde el movimiento social puede desenmascarar la verdadera esencia de Santos. Hay que exigir acciones concretas sobre cada una de las promesas hechas por el nuevo gobierno. Para cumplir sólo se requiere voluntad política. El principal derecho humano es poder ganarse la vida honradamente, y para ello, se necesitan transformaciones de verdad.
Los dispendiosos trámites legislativos y demás montajes normativos son sólo distractores. Tenemos leyes para todo y casi todas se desconocen desde el poder. No permitamos que un feroz lobo – experto en mimetizarse –, use como piel de oveja la falsa retahíla de los DD.HH. para comerse a las verdaderas ovejas.
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