Colaboracion: Compañera Albania Camacho...
Cada día aumentan los titulares de prensa sobre atracos, asesinatos y feminicidios, violaciones sexuales, incesto, tráfico de drogas, personas, armas contrabandos aduanales, agentes policiales y militares en actos delictivos –grandes y pequeños-, etc. Nadie está seguro. Vivimos entre rejas, candados y sofisticados sistemas de alarmas y seguridad electrónica. Se desconfía de todo y de todos.
Cada día decimos o escuchamos: “No hable con extraños; cierra la puerta; no respondas el celular en lugares público; si un policía te pide detenerte, ponte en lo claro y asegúrate de que haya testigo; no salgas de noche; no camines en lugares solitarios ni por la acera; no digas por teléfono tus datos personales”, etc…
Avanzamos hacia la paranoia colectiva. ¿Por qué? La inseguridad ciudadana, expresada de tal forma, es un reflejo de la descomposición de la sociedad capitalista en que vivimos. Incluso, es parte de la competencia por el control del mercado de las actividades económicas ilícitas.
La participación de funcionarios del gobierno –civiles y militares- de personajes de la clase dominante en la delincuencia organizada de alto kilate, se reproduce abajo. Los enfrentamientos por puntos de distribución de drogas no dan sólo en el barrio, también se dan en el Polígono central de la Capital, en los glamorosos polos turísticos y lamentablemente en las filas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, legalmente llamados a ser garantía de nuestra seguridad como nación y pueblo.
El fondo del tema. La seguridad ciudadana es mucho más que protección física/personal o material. Es también, la oportunidad de acceso y satisfacción de las necesidades primarias: techo, alimentación y vestido, y en consecuencia, trabajo digno, salud, educación, vivienda, ocio. Seguridad ciudadana es también, la oportunidad que la sociedad debe al individuo de vivir a plenitud todas las dimensiones de la vida; desarrollar sus potencialidades espirituales. De participar. Vivir la libertad. En solidaridad. De confiar en las instituciones, decidir el rumbo de su vida en perspectiva positiva. De crecer como persona.
En tal contexto, el capitalismo no puede garantizar seguridad nadie y en el caso dominicano, gobiernos como los del PLD, Leonel Fernández, del PRD con Hipólito Mejía, Miguel Vargas o cualquiera de los iguales, mucho menos. Si el capitalismo todo lo convierte en mercancía y pasa por el sagrado mercado, la seguridad ciudadana vista en la perspectiva planteada, es una ficción, porque los excluidos del mercado, por falta de dinero o crédito, no tienen derecho a nada.
Este es un tema muy de moda y la visión de los gobernantes no es fortuita. Estigmatizan los barrios populares, los pobres, las y los jóvenes especialmente.
Voceros del gobierno, las clases dominantes y los medios de comunicación “criminalizan” el barrio, la juventud y el ser pobre, y con esa campaña mediática buscan por igual esconder que el verdadero centro de operaciones del crimen organizado se encuentra en las lujosas edificaciones públicas y privadas, que los responsables de esta inseguridad ciudadana no son precisamente jóvenes ni pobre.
Quiénes quebraron el sistema financiero nacional?
Quiénes son evasores de impuestos?
Los nuevos ricos que no pueden explicar el origen de su fortuna?
Por un nuevo modelo de seguridad democrática y ciudadana. Desde el movimiento revolucionario dominicano debemos profundizar el debate para darnos una concepción diferente de la seguridad ciudadana en su integralidad, como parte de un real Estado de derecho.
Al abordar el tema de la delincuencia y la inseguridad, no le hagamos el juego a los enemigos del pueblo, que además de que somos sus víctimas, aparecemos en los medios de comunicación, en el lenguaje y el imaginario popular como los culpables de la inseguridad de las calles
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