X UN GRANO DE MAIZ...
Un sistema social, esa realidad, se traduce en ideas que le son propias, lo identifican, lo marcan. Esas ideas guían las acciones. Un sistema social tiene un cuerpo de ideas que lo perpetúan, lo defienden, lo reproducen.
Una Revolución, que es la sustitución de un sistema social, tendrá a su vez un sistema de ideas que guíe la sustitución y prefigure el nuevo sistema social, lo va creando en las entrañas de lo viejo.
Del sistema de ideas dependerá la suerte del sistema social. Cuando éstas chocan con la realidad, es síntoma de su agotamiento. Cuando las ideas nuevas prenden en el alma colectiva, es signo de la llegada de su hora, la realidad clama por cambios.
¿Cuáles serán las ideas básicas del capitalismo y del Socialismo, y cuál la realidad dónde florecen y se soportan? Son preguntas vitales para los revolucionarios.
El capitalismo tiene como idea central la legitimidad de acumular trabajo ajeno, atesorar dinero, y cosas que lo contengan. De ese centro espiritual se origina el egoísmo, el individualismo, la fragmentación social y la legitimidad de que unos hombres sean propietarios de medios de producción, de explotación y empleo. Estas ideas impregnan la vida del humano del capitalismo, su conducta, su espiritualidad, sus acciones, están marcadas por ellas.
Los Revolucionarios tienen la heroica tarea de sustituir ese sistema social, y esa sustitución comienza por el desgarramiento del alma de ellos mismos. Es como un renacer: volver a ser niño, borrar la impronta del capitalismo que los impregna.
En esta batalla encarnizada contra el monstruo capitalista que los habita silencioso, lo principal es la reflexión, el pensar. Las ideas revolucionarias deben ser cuidadas, mimadas, recordemos que son lo más importante en la batalla.
Un error, un descuido, una concesión en el terreno de las ideas se multiplicará como un virus y será, irremediablemente, fatal para la Revolución.
La idea capitalista de acumulación se cuela en todos los poros de la sociedad: Es clásico el ejemplo de la rosa, no tenemos capacidad de disfrutar su belleza sólo contemplándola, sintiendo su aroma, es preciso cortarla, poseerla, hacerla “propiedad privada”, acumularla, atesorarla. Luego, por un instante sentiremos el placer de la posesión, y después la desecharemos como a los carros viejos, la mercancía pasada de moda o como el sistema capitalista desecha al obrero que ya ha exprimido.
La acción de cortar la rosa es guiada por sentimientos capitalistas y no nos damos cuenta. Así mismo pasa en política. La conducta, la idea capitalista dentro de la Revolución desecha la importancia de las ideas y voltea las prioridades, colecciona adeptos y no conciencias, para él vale más una lista llena de firmas que un grupo de humanos imbuidos de la idea revolucionaria.
El capitalismo transformó la política en un marketing, clama por una buena campaña publicitaria que venda la “mercancía política”, desecha la importancia del proyecto que se propone. Intenta que la masa no tenga ideas, sólo necesidades, miedos, de esa manera la manipula.
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