viernes, 10 de septiembre de 2010

¡Salvador Allende vive!



Colaboración: Compañera Theresa Valdivieso...

Ya hace más de cien años del nacimiento de Salvador Allende. Hace treinta y siete (se cumplen este próximo 11 de septiembre) de su muerte. Me parece necesario conocer a este estadista, a este presidente que no dudó entre el deber (muy raro entre los mandamases de nuestros “democráticos” países) y la felonía (a la que muchos presidentes nos han acostumbrado como programa de gobierno). Sabemos de la brutal dosis de amnesia mediática a la que han sometido al 11 de septiembre. La mayoría (es decir, casi todos) asociamos esa fecha con los ataques terroristas en los Estados Unidos a las torres gemelas, al pentágono, y todo lo que se ha repetido n veces en los televisores del mundo. Es cierto, ha sido muy impactante la imagen de esos edificios desplomándose, mucho el dolor humano que causó (por las pérdidas humanas in situ), por sus consecuencias bélicas (las respectivas invasiones a Afganistán y a Irak por parte del Tío Sam), los siempre absurdos “daños colaterales”. O como dice Eduardo Galeano: “en la guerra del bien contra el mal, siempre es el pueblo quien pone los muertos”.


El día 11 de septiembre de 2001, me encontraba en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, y recuerdo que ese día fijaron un cartel que decía: “11 de septiembre de 2001, no pudo haber mejor homenaje a Salvador Allende”. Yo no sé si él habría querido un homenaje con tanta sangre derramada, lo que sí sé es que su recuerdo siempre estará presente en todos los que nos asumimos de izquierda, los que admiramos a esos (pocos, excepcionales) estadistas hermanos de sus pueblos, y sé que alguien con estas características pegó ese cartel, no para ningunear a las víctimas de las torres gemelas, sino para honrar la digna muerte del “compañero presidente” Salvador Allende.

Hace aproximadamente seis años, hice un artículo, un ensayo, qué sé yo lo que haya sido eso que escribí con tanta pasión y rabia, sobre los hecho sucedidos en estas fechas funestas a las que ya he hecho referencia. 11 de septiembre… en el Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, 1973 era el año, cuando la traición y la ultraderecha se impusieron a la democracia y a la dignidad socialistas del gobierno de la Unidad Popular en Chile. Desafortunadamente perdí ese archivo, y hoy lo reconstruiré con el paso del tiempo y con un poco de lecturas que tengo en la cabeza. Hoy no he adquirido mucha técnica que digamos, y sigo con la misma pasión y rabia (si no es que más). Y ahora tampoco sé si esto es un ensayo o un artículo… Poro les voy a contar la historia que volví a descubrir.
Ahora más que nunca es necesario conocer el ejemplo de un hombre digno, consecuente, profundo, que amó a su patria (y a su continente) y peleó por y junto a los pobres (y no contra ellos), es decir, habrá que conocer a un verdadero socialista: Salvador Allende Gossen, quien el próximo 11 de septiembre cumplirá treinta y siente años de muerto, de haber terminado su legado, ya que, como señala Rubén Blades (el que le pone la salsa a la revolución), “en Latinoamérica matan al hombre, pero no matan a la idea”.
Más allá de su semblanza personal, es importante también conocer su historia, su biografía política. Para que hoy, todos los gobernantes que se dicen de “izquierdas”, tomen ejemplo.

Salvador Allende fue un médico chileno que militó desde joven en organizaciones estudiantiles socialistas, siempre peleando contra el peor enemigo que tienen: ellos mismos y sus dogmas caducos. Invariablemente luchando por la instauración de sus programas económicos y sociales en su patria, pero “a la chilena”, sin modelos preconcebidos ni prefabricados. No hay recetas para hacer revoluciones, y Allende lo explicaba así:

Yo tengo una experiencia que vale mucho. Yo soy amigo de Cuba; soy amigo, hace 10 años, de Fidel Castro; fui amigo del comandante Ernesto “Che” Guevara. Me regaló el segundo ejemplar de su libro Guerra de Guerrillas; el primero se lo dio a Fidel. Yo estaba en Cuba cuando salió, y en la dedicatoria que me puso dice lo siguiente: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo.” Si el comandante Guevara firmaba una dedicatoria de esta manera, es porque era un hombre de espíritu amplio que comprendía que cada pueblo tiene su propia realidad, que no hay receta para hacer revoluciones. Y por lo demás, los teóricos del marxismo —y yo declaro que soy un aprendiz tan solo; pero no niego que soy marxista— también trazan con claridad los caminos que pueden recorrerse frente a lo que es cada sociedad, cada país.

En alguna ocasión, en una de esas asambleas maratónicas de estudiantes en las que brillan por su ausencia la coherencia y el sentido común, se estaba discutiendo sobre un plan para importar el modelo de los soviets rusos a Chile. Soviet de profesionistas,soviet de campesinos, soviet de obreros, soviet de todo, Allende se opuso, alegando que ese modelo no funcionaría en su país. Y se llevó a cabo la votación para decidir: Todos votaron a favor de su expulsión de la organización.

Sólo dos permanecieron hasta el final en la lucha social (Allende uno de ellos), los demás se convirtieron al capitalismo cuando las hojas del calendario así lo decretaron. Decía Allende: “…y a mí me echaron por reaccionario; pero los trabajadores de mi patria me llaman ‘el compañero presidente’.”

En el año de 1972, siendo ya gobernante de Chile, Salvador Allende visitó México, y habló ante los estudiantes de la Universidad de Guadalajara:

Entonces, uno se encuentra a veces con jóvenes, y los que han leído el Manifiesto Comunista, o lo han llevado largo rato debajo del brazo, creen que lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres, que por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil.

Ser agitador universitario y mal estudiante, es fácil; ser dirigente revolucionario y buen estudiante, es más difícil, pero el maestro universitario respeta al buen alumno, y tendrá que respetar sus ideas, cualesquiera que sean.

Por eso es que la juventud en el mundo contemporáneo y sobre todo la juventud de Latinoamérica, tiene una obligación contraída con la historia, con su pueblo, con el pasado de su patria; la juventud no puede ser sectaria, la juventud tiene que entender —y nosotros en Chile hemos dado un paso trascendente—: la base política de mi gobierno está formada por marxistas, por laicos y cristianos, y respetamos el pensamiento cristiano, cuando ese pensamiento cristiano, interpreta el verbo de Cristo que echó a los mercaderes del templo.

Su juventud transcurrió entre las luchas sociales, en el internacionalismo socialistas, contra la burocratización de la más bella de las aventuras humanas: la lucha por la sociedad comunista.

Salvador Allende contendió cuatro veces por la presidencia de Chile, y en la cuarta ganó abanderando a la Unidad Popular, que era una coalición de partidos socialistas y comunistas, radicales, socialdemócratas e izquierdistas.
Semanas antes de las elecciones, el general del Ejército chileno René Schneider sufre un atentado y muere. “Esas balas eran para mí”, presagia Allende.

Y triunfa en las elecciones generales…

Asevera que no se vengará de nadie. Que así como ayer tuvo el coraje para aceptar la derrota, el día de su triunfo no rebajaría su victoria con venganzas sin sentido.

Pero advierte:

“Defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno popular, porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. Sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Y que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera. No tengo otra alternativa: sólo acribillándome a balazos podrán impedir mi voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo…”

Comienza con una serie de reformas que molesta a los dueños de Chile y a los Estados Unidos de América. El día en que Allende ganó las elecciones (4 de septiembre de 1970), el presidente estadunidense Richard Nixon brama: “Haremos chillar a la economía chilena”. Desde Washington, el canciller Henry Kissinger explica:

No veo por qué tendríamos que quedarnos de brazos cruzados, contemplando cómo un país se hace comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo. Democracia made in usa.

El 21 de diciembre de 1970 anuncia la nacionalización del cobre, viga maestra de la riqueza chilena. Y dice que lo hacen “para romper su dependencia económica, para completar la esperanza y el anhelo de los que nos dieron la libertad política, para conquistar nuestra segunda independencia, la independencia económica de nuestra patria”. (Discurso pronunciado el 21 de diciembre de 1970 en la Plaza de la Constitución de Santiago de Chile.) Es decir, comienza con la emancipación de su país, ya que únicamente se les había estado mintiendo, y su libertad política sólo significó hasta entonces su libertad para ser ignorados y dueños de nada. Él profesaba una gran admiración por el general Lázaro Cárdenas y el pueblo mexicano, que supieron enfrentar los intereses afectados con la nacionalización del petróleo en 1938. Lleva más allá del discurso el hacer valer la soberanía de su pueblo.

Y estatiza la banca: “La banca siempre buscará la forma de evitar los controles mientras su administración directa no esté en manos del Gobierno”.

El 4 de diciembre de 1972, acude ante la Asamblea General de la Organización de la Naciones Unidas y denuncia:

Por eso resulta tanto más doloroso tener que venir a esta tribuna a denunciar que mi país es víctima de una grave agresión. (…)

Desde el momento mismo en que triunfamos electoralmente el 4 de septiembre de 1970, estamos afectados por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendió impedir la instalación de un gobierno libremente elegido por el pueblo, y derrocarlo desde entonces. Que ha querido aislarnos del mundo, estrangular la economía, paralizar el comercio del principal producto de exportación que es el cobre, y privarnos del acceso a las fuentes de financiamiento internacional. (…)

Nos encontramos frente a fuerzas que operan en la penumbra, sin bandera, con armas poderosas, apostadas en los más variados lugares de influencia. (…)

Nadie ha declarado que se propone un enfrentamiento con nuestra nación. Parecería que no tenemos más enemigos que los propios y naturales adversarios políticos internos. No es así. Somos víctimas de acciones casi imperceptibles, disfrazadas generalmente con frases y declaraciones que ensalzan el respeto a la soberanía y a la dignidad de nuestro país. Pero nosotros conocemos en carne propia la enorme distancia que hay entre dichas declaraciones y las acciones específicas que debemos soportar. (…)

No sólo sufrimos el bloqueo financiero, también somos víctimas de una clara agresión. Dos empresas que integran el núcleo central de las grandes compañías transnacionales, que clavaron sus garras en mi país, la International Telegraph & Telephone Company y la Kennecott Copper Corporation, se propusieron manejar nuestra vida política.

 La itt dedica mucho dinero a la desestabilización del gobierno de la Unidad Popular. Planea y ejecuta el asesinato de Schneider. Financia, junto a la cia (Agencia Central de Inteligencia norteamericana), actos de sabotaje y huelgas patronales, el estallido de gaseoductos, oleoductos, puentes, vías férreas y otros bienes estatales. Continúa el repertorio de la itt ante la onu, al revelar un documento que suscribió esta trasnacional estadunidense:

Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, el desorden social, crear el pánico en la población, para que al ser sobrepasado el Gobierno, las Fuerzas Armadas fueran impulsadas a quebrar el régimen democrático e imponer una dictadura.

Al mismo tiempo, la itt negociaba con el gobierno de Allende los términos para la compra a esa empresa de su participación en la Compañía Teléfonos de Chile. Un doble discurso por parte de esta trasnacional estadunidense: negocia, pero por abajo urde un golpe de Estado.

Señores Delegados: Yo acuso ante la conciencia del mundo a la itt, de pretender provocar en mi patria una guerra civil. Esto es lo que nosotros calificamos de acción imperialista. Chile está ahora ante un peligro cuya solución no depende solamente de la voluntad nacional, sino que de una vasta gama de elementos externos.

Los trabajadores chilenos, a fuerza de ingenio, aprenden que se puede producir sin patrones ni capataces, aprenden que no es necesaria la organización vertical, que su fuerza reside en su creatividad y en su necesidad de trabajo. Pero los trabajadores iban desarmados.

Dicen que Allende cometió errores que la derecha reaccionaria aprovechó para derrocarlo, que la Unidad Popular no estuvo tan unida, que el hambre, la miseria, el marxismo…

La suerte estaba echada.




Creyeron que te mataban
y estás más vivo que nunca…

Carlos Puebla

Elegía a Salvador Allende

2 comentarios:

CELIS dijo...

ALLENDE VIVE... LA LUCHA SIGUE, EL QUE MUERE POR LA VIDA NO PUEDE LLAMARSE MUERTO, ALLENDE SACRIFICÓ SU VIDA PARA DARLE VIDA A SU CHILE AMADA, HOY CHILE SIDUE AÑORANDO A SU MÁRTIR.
DESDE VENEZUELA PARA CHILE, SOMOS MILLONES.

Salmon dijo...

Saludes desde la colombia salmòn.