viernes, 27 de agosto de 2010

Colombia: ¿Cómo se terminan las guerras? (I)


ArgosIs Rep. Colombiana...


Por una mezcla de circunstancias asociadas a la dudosa pertinencia de acciones como la toma de rehenes civiles sometidos a largo cautiverios, a  acciones que comprometen la seguridad de países vecinos, particularmente Venezuela y Ecuador y sobre todo por un desfase histórico que la convierten en una especie de anacronismo, la guerrilla colombiana integrada por las FARC-EP recibe fuego amigo.

La guerrilla colombiana, confrontada por las fuerzas armadas y los organismos represivos nacionales apoyados por Estados Unidos, que  interviene abiertamente en el país, atacada por los medios de difusión de la región y del mundo, es también criticada por sectores de la izquierda latinoamericana y por los líderes de la región, entre ellos los presidentes, Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, incluso por Fidel Castro.

Aunque con palabras y argumentos cuidadosos y razonados, expuestos con comedimiento y respeto, la guerrilla es exhortada, aconsejada, incluso presionada para que cese los secuestros, libere a los prisioneros, cree condiciones para dialogar con el gobierno, trabaje consistentemente por la paz, abandone la lucha armada, deponga  las armas y se convierta en partido político.

Lo que nadie se aventura a decir es: ¿Cómo hacerlo? De qué manera descontinuar un proyecto revolucionario sostenido a lo largo de más de medio siglo, poner fin a la lucha sin desmentirse, sin hacer un autocrítica ni admitir que décadas de combates y decenas de miles de muertos han sido inútiles.

Por las dimensiones de la guerrilla colombiana y el tiempo en operaciones, las relaciones con el narcotráfico, la presencia de elementos paramilitares y las tropas interventoras norteamericanas, es particularmente difícil avanzar en un proceso que supone: el alto al fuego, el desenganche de las tropas, la creación de zonas desmilitarizadas, el desarrollo de conversaciones con el gobierno con o sin la presencia de observadores y/o mediadores internacionales y la adopción de acuerdos para la desmovilización, todo ello con aceptables condiciones de seguridad de que no habrá represalias contra los combatientes y la población de los territorios donde opera la guerrilla.

Frecuentes incidentes como el ocurrido en marzo del 2008 cuando el ejército colombiano atacó un campamento guerrillero en territorio ecuatoriano, la ocupación de ordenadores con supuestas pruebas, las dilatadas negociaciones para la liberación de rehenes, las denuncias sobre la presunta presencia de guerrilleros colombianos en territorio venezolano que recién colocaron a ambos países al borde una guerra, han renovado las exhortaciones a las FARC-EP para la búsqueda de soluciones que se abstienen de indicar caminos.

Tal vez porque en el seno de la dirección revolucionaria colombiana finalmente se ha establecido la idea de que ha llegado el momento de dar pasos al encuentro de negociaciones de paz, la guerrilla colombiana ha pedido ser escuchada en el seno de UNASUR.

Al pedir ser oída, (no apoyada ni aceptada como de beligerante) en esa organización, un espacio de concertación y diálogo exclusivamente sudamericano, surgido como resultado del avance de las fuerzas progresistas de la región, apropiado para el examen de situaciones políticas e ideal para el inicio de un proceso que puede ser fructífero, parece un comienzo serio y responsable.

Se trata de un prometedor paso que coloca el debate en un terreno multilateral acreditado y responsable que puede ofrecer oportunidades a una diplomacia que, evadiendo formalidades y prejuicios, se concentre en la búsqueda de mecanismos aceptables y adelante pasos concretos en la búsqueda del diálogo entre las partes. Con su propuesta las FARC-EP, establecen que ellas no sólo con parte del problema, sino también de la solución.

La pelota ha caído ahora en el lado de UNASUR, especialmente de su secretario ejecutivo, el ex presidente argentino Néstor Kirchner de quien puede esperarse rápidas y eficaces diligencias para aprovechar la oportunidad. Es la hora de apelar a los mismos mandatarios que exhortan a las FARC-EP a integrarse a la búsqueda de la paz, para que utilicen su influencia y su capacidad de convocatoria con el fin de que en un plazo breve la iniciativa pueda ser concretada.

Me parece normal que la primera reacción del nuevo presidente colombiano haya sido rechazar la iniciativa, que Kirchner deberá ahora pulir, negociar para formar un consenso que, desde el comienzo debería ser al más alto nivel posible, evitando las formalidades que en otras ocasiones han hecho fracasar los esfuerzos antes de que las partes puedan verse las caras.

Una troika o una comisión de alto nivel, auspiciada o integrada por prestigiosos líderes de la región, habilitados para contactar con las FARC-EP y con el gobierno colombiano a fin de escuchar las posiciones y propuestas de ambos y hacer viable le negociación puede ser un buen comienzo. La ocasión la pintan calva.

En cualquier caso no será la primera vez que situaciones de este tipo se traten en un marco internacional. El actual ambiente político en Sudamérica y la propia existencia de UNASUR ofrece un marco más auspicioso del que hubo en el pasado en negociaciones como las de Contadora y Esquipulas por mencionar las más notorias. Luego les cuento.



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