lunes, 2 de agosto de 2010

Uruguay: Pequeña chacra alimenta a gran familia



A poco más de 70 kilómetros al este de Montevideo viven Claudia, Milton, y sus hijas Paloma (7 años), Melina (4), Camilo (2) y otro niño o niña que en pocas semanas nacerá y pasará a formar parte de esta familia, que ha optado por vivir en contacto con el medio que los rodea y de lo que ellos producen.
 
La chacra donde viven tiene una extensión de 3.600 metros cuadrados. En este espacio han construido su casa, el galpón, la huerta agroecológica y dos pequeños tajamares que riegan la huerta por goteo, sistema que permite una utilización del agua en forma sustentable por ser lento, constante y llegar al lugar que se desea.
 
Al ser éste un predio pequeño debe ser rigurosamente planificado y cuidado desde el punto de vista hídrico, y fertilidad del suelo, con el objetivo de obtener alimentos durante todo el año.
 
Dentro de la chacra hay árboles indígenas que no solo dan sombra sino también frutos, como es el caso de la pitanga, así como frutales exóticos: tres variedades de duraznos, que les permite tener duraznos en forma escalonada, ciruelas rojas y amarillas, manzanos, peras, guayabo brasileiro, naranjos, limoneros y una higuera. En el predio también hay un vivero de árboles indígenas que permite a la familia contar con un ingreso para abastecerse de lo que ellos no producen.
 
La producción que se realiza en la huerta está destinada en su totalidad al autoconsumo, cubriendo casi el noventa por ciento de los alimentos que necesita la familia. La base de la alimentación son hortalizas, frutas, cereales, legumbres, frutos secos (nueces, maní), queso y huevos.
 
A medida que la familia ha ido creciendo los espacios de producción han ido ganando terreno, así como la diversificación de los cultivos. Actualmente se produce: cebolla, ajo, nabos, papa, zanahorias, habas, boñatos, tomates (en verano se hacen conservas para el invierno), morrón, arvejas, maní, hierbas aromáticas (tomillo, perejil, orégano, albahaca, apio, ciboulette), cebollas de verdeo, distintas variedades de porotos y zapallos, repollo, remolacha, chaucha, sandía, melón, frutillas y maíz, cumpliendo este último un rol esencial en la alimentación.
 
La conservación del maíz para el consumo durante el año tiene gran importancia. Éste es guardado entre capas de cenizas y al momento de ser usado se cierne, enjuaga y se deja secar. Posteriormente es molido para convertirse en el ingrediente básico del pan, sopas, salsas, cremas o biscochitos de coco, entre otros tantos platos.
 
Hay otros alimentos, que la familia llama “cultivos espontáneos”, es decir, plantas que crecen solas. Es el caso de la acelga, espinaca, lechuga, rúcula, col, apio y albahaca. Esto ha sido posible porque ha habido una adaptación de la semilla al medio y el suelo es suficientemente fértil, por lo que éstas encuentran las condiciones óptimas para crecer.
 
El cuidado y la conservación de la semilla, el suelo, el agua y la sistematización de los cultivos son elementos esenciales para el auto sustento de la familia. En este momento están trabajando con semillas de papa y zanahoria con el objetivo de obtener dos cultivos en el año.
Parte de la huerta está rodeada de cercos vivos de frambuesa, rosales y cañas; de esa manera se le protege del viento, sol y animales pequeños, y también se aprovecha el espacio con la producción de otro alimento, como lo son las frambuesas.
 
Importancia de la alimentación y de los alimentos
 
Necesitamos comida de la misma manera que necesitamos aire y agua para vivir. Sin embargo pocas veces nos preguntamos al momento de comer: ¿Quién produjo lo que estamos comiendo? ¿Cuántos kilómetros tuvo que recorrer ese alimento antes de llegar al plato? ¿Qué sustancias aparte de lo que se cree estar comiendo se está ingiriendo? ¿Como se produjo? ¿Cuántos agrotóxicos se aplicaron?
 
Afortunadamente, la familia de Milton y Claudia sí saben como responder estas preguntas, ya que son ellos los que los producen. Los niños saben cuando una zanahoria o un tomate están prontos para ser cosechados y el sabor que tienen cuando son arrancados directamente de su huerta. También saben que en los meses de invierno no se come tomates, ya que no son de esa estación y la tierra será preparada para algún cultivo de invierno, probablemente para cebollas o ajos, cumpliendo así el ciclo de la producción de los alimentos al ritmo y en armonía con la naturaleza.
 
Hora de compartir la cosecha, tiempo mágico y de placer
La mesa es preparada por todos lo miembros de la familia. Cada uno de ellos hasta el más pequeño, conoce su lugar alrededor de la mesa. Prontos para comer, un momento mágico invade el cuarto y se produce un silencio. ¿Por qué el silencio?
La familia ha participado del cultivo y elaboración de los alimentos, expresión máxima del resultado del trabajo que finalmente se concentra y materializa en el acto de ingerir la comida, y que nuevamente volverá a ser energía. Es momento de silencio, de placer, de disfrutar y compartir lo que ha llevado tanto tiempo en producirse y que las energías se recuperan a través del lento masticar, sentir los aromas y degustar los sabores.
 
Es el momento de conectarse con el alimento, que pasará a ser parte de cada uno de ellos o sea “ser lo que comemos”.

 
María Isabel Cárcamo

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