Colaboracion: Compañera Albania Camacho...
El 20 de marzo de 2003, los EEUU con la cómplice inacción de las Naciones Unidas, iniciaban la invasión del Irak, desde territorio de Kuwait. Dándole de esta manera comienzo a la Segunda Guerra del Golfo, a la que millones de personas en el mundo nos opusimos con todas nuestras fuerzas.
En este mes ha abandonado al país la última brigada norteamericana de combate que ha tomado parte en la guerra de Irak. Acabando de este modo formalmente la segunda guerra del Golfo, declarada por EEUU el 20 de marzo del 2003, sobre la que George W. Bush clamó victoria en 40 días, pero cuyo final aun debía demorarse 87 meses.
Por lo visto la última brigada de combate del ejército norteamericano abandona Irak. Pero, ¿estamos realmente delante de una retirada norteamericana? Las evidencias señalan que no. Un tercio de las casi 150.000 tropas estadounidenses destacadas en Irak a lo largo de la guerra y posterior ocupación, permanecerán en aquel país, con el cometido formal de entrenar las fuerzas militares iraquíes.
Quedan ahora en Irak 50.000 soldados, seis brigadas y un destacamento de 4.500 soldados de la división de operaciones especiales, que no se ultimarán hasta el año que viene, pues el presidente Barack Obama ha ordenado que permanezcan en Irak, en una misión ya bautizada como Operación Nuevo Amanecer, para labores de apoyo a la misión diplomática norteamericana y de entrenamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes.
Después de casi seis años y medio, el balance de la injustificada invasión militar norteamericana no puede ser más desolador. Al menos 100.000 iraquíes perderían la vida, a lo que hay que sumar las 4.400 bajas norteamericanas y otras no consignadas.
Es incuantificable el impacto socioeconómico e infraestructural que lastrará por décadas el desarrollo y reconstrucción de ese territorio.
La guerra del Irak respondía únicamente a intereses económicos y geoestratégicos de la principal potencia capitalista, los recursos petrolíferos, su situación geográfica privilegiada en un entorno hostil a los EEUU, y los intereses de otras potencias aliadas de facto, son la explicación real para el crimen contra la humanidad que durante estos casi seis años y medio han estado perpetrando los Estados Unidos en nombre de la libertad contra del pueblo iraquí.
George W. Bush pasará a la historia como un genocida, pero es indignante comprobar cómo bajo el espejismo que proyecta, el presidente Obama será presentado como un estadista pacificador, pese a haber incrementado los millares de tropas destacadas en la invasión de Afganistán, o pese a haber tomado militarmente de facto Haití aprovechándose de una catástrofe.
Muchas de las tropas que ahora abandonan Irak, así como el equipo bélico que ya no se necesita en aquel frente, se encauzarán hacia Afganistán, donde el presidente Obama ha ordenado un rearme para ganarle el pulso a la insurgencia orquestada por Al Qaeda y los talibanes. En enero de 2009, había 33.000 soldados de EEUU en Afganistán. A finales de este mes, habrán 96.000 soldados.
La paz debe ser un objetivo central para la humanidad. Debemos actuar de manera decidida para impulsarla, reclamando el fin inmediato de las invasiones de Irak y Afganistán, así como el desarme nuclear y también la paulatina desaparición del armamento convencional.
Es vomitivo el espectáculo reverencial que se le rinde a quien encarna apenas una contradicción aparente y programada del sistema para humanizar su rostro imperialista y genocida.
La marcha de EEUU no significa que Irak quede pacificado. La violencia contra civiles ha descendido notablemente desde los días de sus cotas más altas, en 2006 y 2007.
Pero sigue habiendo tensión interna: étnica, entre la mayoría árabe y la minoría kurda, y religiosa, entre la mayoría chií y la minoría suní, a la que pertenecía el dictador depuesto Sadam Husein.
Cinco meses después de las pasadas elecciones generales, el país sigue sin un acuerdo político que permita formar un Gobierno estable.
La insurgencia radical islamista sigue fuerte julio fue el mes más sangriento en los dos últimos años en numerosos puntos del país.
Debemos combatir el belicismo imperialista, que hoy nos pone delante de la amenaza real de un holocausto nuclear con su empeño por atacar Irán.
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