CONTRA EL MALTRATO ANIMAL
Enlace: http://www.facebook.com/group.php?gid=101487733221021&ref=ts
Anoche soñé con un mundo muy diferente al nuestro, pero la mañana me expulsó de esa quimera arrojándome a la desgarradora certeza de que nada había cambiado, de que todo seguía exactamente igual que antes de cerrar los ojos e imaginar ¿un imposible?.
Allí donde me llevó, desconozco si el deseo o el dolor, el hombre había dejado de maltratar y de asesinar a otras criaturas amparándose en la diferenciación de especies. Los rifles de los cazadores permanecían mudos y, ¿saben qué?, era mentira que se produjese una superpoblación de zorros, de jabalíes o de venados, pues todos ellos eran capaces de autorregularse sin necesidad de llenar de plomo sus vísceras.
Nadie vestía abrigos de pieles y el frío no causo por ello víctima alguna; ni se perdió la belleza, al contrario, se ganó, pues no volvimos a contemplar la terrorífica imagen de un cuerpo desollado. No había animales encarcelados durante años en un zoológico, muy lejos de su entorno natural, y tampoco ejecutaban, obligados por el miedo al castigo, ridículos números en la pista de un circo. Y a pesar de todo, los niños siguieron riendo y aprendieron mucho más acerca de otras especies, porque los documentales se las mostraban en su verdadero hábitat.
Ya no se criaban perros y gatos para ser vendidos en las tiendas como si de tamagotchis se tratase. Por eso las jaulas de las perreras fueron vaciándose, los habitáculos destinados a las ejecuciones resultaron inservibles y poco a poco, dejamos de ver sus cuerpos aplastados en los arcenes. Los toreros tuvieron que aprender a ganarse la vida sin ejercer la tortura y los lanceros de Tordesillas a celebrar sus fiestas sin hundir sus picas en el cuerpo de un toro.
Anoche soñé, ¿con una utopía? Tan irrealizable, posiblemente, como la de todos aquellos que a lo largo de la historia concibieron un mundo sin esclavitud, feudalismo, sacrificios humanos o quema de herejes, brujas y homosexuales. Un mundo más justo y solidario, en el que el culto a la violencia constituyese un delito y no un negocio, ni tampoco una diversión o una tradición transmitida de generación en generación, para vergüenza de padres, quebranto de hijos y condena cruel e inmerecida de todos aquellos que no pertenecen al género humano.
Allí donde me llevó, desconozco si el deseo o el dolor, el hombre había dejado de maltratar y de asesinar a otras criaturas amparándose en la diferenciación de especies. Los rifles de los cazadores permanecían mudos y, ¿saben qué?, era mentira que se produjese una superpoblación de zorros, de jabalíes o de venados, pues todos ellos eran capaces de autorregularse sin necesidad de llenar de plomo sus vísceras.
Nadie vestía abrigos de pieles y el frío no causo por ello víctima alguna; ni se perdió la belleza, al contrario, se ganó, pues no volvimos a contemplar la terrorífica imagen de un cuerpo desollado. No había animales encarcelados durante años en un zoológico, muy lejos de su entorno natural, y tampoco ejecutaban, obligados por el miedo al castigo, ridículos números en la pista de un circo. Y a pesar de todo, los niños siguieron riendo y aprendieron mucho más acerca de otras especies, porque los documentales se las mostraban en su verdadero hábitat.
Ya no se criaban perros y gatos para ser vendidos en las tiendas como si de tamagotchis se tratase. Por eso las jaulas de las perreras fueron vaciándose, los habitáculos destinados a las ejecuciones resultaron inservibles y poco a poco, dejamos de ver sus cuerpos aplastados en los arcenes. Los toreros tuvieron que aprender a ganarse la vida sin ejercer la tortura y los lanceros de Tordesillas a celebrar sus fiestas sin hundir sus picas en el cuerpo de un toro.
Anoche soñé, ¿con una utopía? Tan irrealizable, posiblemente, como la de todos aquellos que a lo largo de la historia concibieron un mundo sin esclavitud, feudalismo, sacrificios humanos o quema de herejes, brujas y homosexuales. Un mundo más justo y solidario, en el que el culto a la violencia constituyese un delito y no un negocio, ni tampoco una diversión o una tradición transmitida de generación en generación, para vergüenza de padres, quebranto de hijos y condena cruel e inmerecida de todos aquellos que no pertenecen al género humano.
1 comentario:
Muy bueno Felicitaciones!!! Conciencia social!!!!
Publicar un comentario