Colaboracion: Sebastian gonzalez mansilla....
Pewmayen y Tierra Oscura, así como Weliwen (en un formato más de cantautoría tradicional) y los capitalinos Kutre Ñuke son habituales en fiestas ceremoniales y actos de protesta como los recientes que buscaban el término de la huelga de los comuneros mapuches. Pero todos señalan que esta historia tiene un solo grupo pionero: Pirulonko.
Cuesta pillarlos. No contestan el teléfono a cualquiera y cuando eso pasa, preguntan cómo fue que consiguieron los números y con quién más se ha hablado y qué es lo que han dicho los otros y de qué va el cuestionario. Y todos, sin excepción, piden que quede claro, muy claro, que lo que importa aquí es el mensaje. Que esta es música coyuntural y comprometida y que, aunque el resto del país no lo entienda, esta también es otra forma de "seguir en la lucha".
Son los rockeros de Wallmapu, grupos de jóvenes con sangre mapuche afincados en Temuco y que se han atrevido a desafiar las férreas convicciones de su pueblo, mezclando guitarras eléctricas con cultrunes y trutrucas, en la mayoría de los casos, y en discos que se recomiendan entre amigos y que se descargan por internet, y que son cantados en español y mapudungún.
Está claro que ninguno de ellos aspira a una carrera mediática ni a perder el tiempo con la parodia del artista: ellos tocan a beneficio en las comunidades en conflicto y, si tienen suerte, reciben algo de plata que ocupan para pagar la amplificación y el auto que los acarrea de pueblo en pueblo.
"Que mucha gente crea que lo único que podemos hacer los mapuches es encerrarnos en una ruca y tocar las marchas ceremoniales, es parte del problema, del desconocimiento brutal que existe de nuestra cultura", dice Pablo Sandoval Hueche (28), el cantante y compositor de Pewmayen, grupo que en 1996 partió con un formato acústico, "con guitarras de palo" -detalla-, pero que a poco andar electrificó su sonido y asumió que había una vocería que encarar. "No queríamos ver a nuestros peñis cabizbajos, por eso en nuestras letras hablamos duro sobre lo que le pasa al mapuche en el campo y la ciudad".
Algo parecido, aunque con matices, piensa Guillermo Sepúlveda (28), guitarrista de Tierra Oscura, grupo activo desde principios de la década pasada y que decidió cambiar grunge por metal mapuche, tras toparse en la calle con la marcha fúnebre de Alex Lemún, joven de 17 años que fue muerto en noviembre de 2002 por Carabineros. "Ahí pensamos: 'Si vamos a tocar algo, que sea algo que le sirva a nuestra gente'. Porque a nosotros, más que interesar al resto del país con la cultura mapuche, lo que de verdad nos interesa es despertar a nuestra gente, que se sientan orgullosos de ser 'peñis'".
Pewmayen y Tierra Oscura, así como Weliwen (en un formato más de cantautoría tradicional) y los capitalinos Kutre Ñuke (con músicos mapuches nacidos en Cerro Navia), son habituales en fiestas ceremoniales y actos de protesta como los recientes que buscaban el término de la huelga de los comuneros mapuches. Pero todos señalan que esta historia tiene un solo grupo pionero: Pirulonko.
Rock en mapundungún
Formados en 1995 y liderados por Cristián Collipal, fueron los primeros en cantar rock en mapudungún y con esa mezcla inédita llegaron a tocar hasta en Alemania, durante un encuentro de pueblos originarios. "Lo que queríamos era meter el tema de la realidad del mapuche en el medio urbano y conquistar ese espacio donde nuestra cultura no estaba muy presente", explica Collipal, quien también es escultor y pintor, y que recientemente ha decidido revivir a Pirulonko con nuevos integrantes y un formato que incluye cello y violines. "Originalmente tocábamos rock con una banda tradicional: bajo, batería y guitarras. Ahora estamos con una cosa más declamativa. Pero lo que nunca hicimos fue ocupar instrumentos mapuches, porque esos son sagrados".
Ese parece ser un punto de desencuentro entre los rockeros mapuches y observadores del fenómeno como César Ibacache (33), gestor cultural de Temuco y director de la escuela de Música y Arte Angel Piana, de esa ciudad, quien es de los que piensa que aquí hay más un espíritu replicante que la búsqueda de una vuelta a las raíces. "Creo que ha sido una buena forma de manifestar idiosincracia, pero más profundo y delicado es el proceso de crear una propuesta nueva desde la Araucanía, y eso no se ha hecho".
Ibacache, que también es músico y que ha explorado la temática mapuche con músicos del mundo popular, admite que muchas de estas bandas tienen buena aceptación en circuitos universitarios y en clubes de la ciudad, pero insiste en que no se ha hecho lo suficiente. "La música en la ceremonia mapuche puede prescindir incluso de la letra, porque son estados musicales, algo más espiritual y muy distinto a lo que puede hacer una banda de rock". Con todo, los rockeros mapuches no son pocos y están muy dispuestos a seguir filtrando su mensaje en una sociedad que, ellos están seguros, sigue sin entender qué significa ser mapuche en estos días.
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