A la memoria de Rodolfo Maya Aricape...
Ya se ponía el sol,
ya no calentaban, sus rayos
la triste ciudad,
el eco se perdía entre vacías calles,
asomaba entre denso humo
los ojos de la noche,
y las siluetas doradas
las mustias casas calientan.
Sonó las cinco en el reloj,
entre campanadas subía la muerte,
por los peldaños
su mano estiraba,
riela su silueta en oscuras esquinas.
Despacio la muerte camina,
arrastra la losa de almas
que en vida se cobró.
Son las cinco en el reloj,
entre campanadas sube la muerte,
ahora se esconden las ratas,
ratas de barba noble y adusta,
que esconden un corazón negro y cobarde.
Iluminada es su mirada,
mirada siempre retorcida
por su mezquina alma.
Los amigos que te estiman,
en un barco contemplan la crueldad,
las olas nos manejan,
brava está la mar.
Mis manos presas
añoran libertad,
mi deseo,
al asesino matar.
Siempre seremos compañeros,
amigos en las horas bajas,
vividores cuando la noche
toque campana.
Ya te lleva la muerte, ¡amigo!
Ella nunca viene para jugar.
Ya viene la muerte, ¡compañero!
La rata no aparecerá.
Ahora cae la noche,
sus brazos sembraron oscuridad.
Gélido es el frío
que nos hace temblar,
y en el hogar
cálido está el hueco sin ocupar.
Adiós amigo! Que los que te quieren
no te olvidarán jamás.
ya no calentaban, sus rayos
la triste ciudad,
el eco se perdía entre vacías calles,
asomaba entre denso humo
los ojos de la noche,
y las siluetas doradas
las mustias casas calientan.
Sonó las cinco en el reloj,
entre campanadas subía la muerte,
por los peldaños
su mano estiraba,
riela su silueta en oscuras esquinas.
Despacio la muerte camina,
arrastra la losa de almas
que en vida se cobró.
Son las cinco en el reloj,
entre campanadas sube la muerte,
ahora se esconden las ratas,
ratas de barba noble y adusta,
que esconden un corazón negro y cobarde.
Iluminada es su mirada,
mirada siempre retorcida
por su mezquina alma.
Los amigos que te estiman,
en un barco contemplan la crueldad,
las olas nos manejan,
brava está la mar.
Mis manos presas
añoran libertad,
mi deseo,
al asesino matar.
Siempre seremos compañeros,
amigos en las horas bajas,
vividores cuando la noche
toque campana.
Ya te lleva la muerte, ¡amigo!
Ella nunca viene para jugar.
Ya viene la muerte, ¡compañero!
La rata no aparecerá.
Ahora cae la noche,
sus brazos sembraron oscuridad.
Gélido es el frío
que nos hace temblar,
y en el hogar
cálido está el hueco sin ocupar.
Adiós amigo! Que los que te quieren
no te olvidarán jamás.
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