Colaboracion: Compañera Laura Flores...
El pasado 24 de agosto fueron encontrados en un rancho cercano a la población de San Fernando, Tamaulipas, los cadáveres de 72 hermanos latinoamericanos masacrados por los zetas. Un año antes, el 3 de julio de 2009, fueron liberados 52 centroamericanos que llevaban una semana amontonados en una habitación de un rancho cercano al pequeño pueblo Gregorio Méndez, en Tabasco. Sus testimonios ayudaron a comprender cómo funciona el negocio de los secuestros masivos de indocumentados que pasan por México rumbo a Estados Unidos: los secuestran en puntos que son bien conocido por los pobladores de la franja que bordea el Golfo de México, desde Tenosique hasta Reynosa, a veces justo enfrente de las oficinas de inmigración, sin que nadie se atreva a hacer o decir algo al respecto. Los trasladan a casas o ranchos cuya ubicación también es bien conocida.
Violan a las mujeres y a los hombres los colocan de rodillas frente a la pared y les parten la espalda baja a tablazos. Suelen recurrir a asesinar a alguno de los migrantes frente a todo el grupo, sea porque trató de escapar o porque se negó a dar el teléfono de sus familiares en Estados Unidos o por cualquier otro pretexto.
Se comunican con los familiares y les piden rescates de varios miles de dólares. Cuando los rescates no son pagados en el plazo establecido, pueden pasar varias cosas, las más frecuentes son que el migrante es brutalmente asesinado o bien que, para salvar su vida, se incorpora a trabajar para la banda.
Este tipo de hechos se repiten sistemáticamente desde hace cuando menos 4 años. La CNDH documentó casi 10 mil casos de secuestro, con base en testimonios de viva voz, en poco más de 6 meses de 2009.
Un grupo de periodistas que integraron el proyecto En el camino, averiguaron que desde 2006 llegó a Tabasco el zeta 10 o Comandante Mateo, uno de los 40 fundadores del grupo Los zetas, mismos que en 1998 desertaron del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales. El GAFE era un cuerpo de élite del ejército mexicano, entrenado en estrategias de contrainsurgencia, manejo de artillería pesada e infiltración, supuestamente para combatir el narcotráfico. La mayoría de sus integrantes fueron coptados por el Cartel del Golfo y formaron el brazo armado de ese cartel, pero hoy ya son bandas rivales. El zeta 10 organizó bajo su mando a todos los grupos de delincuentes que se dedicaban al robo y la extorsión de migrantes centroamericanos y lo convirtió en un negocio salvaje e inhumano pero altamente redituable, en el que participan funcionarios, policías, soldados, autoridades municipales, comisariados ejidales, jueces, transportistas, agentes de seguridad.
Hay una pregunta en el aire sobre la masacre de San Fernando: ¿para qué matar a todas esas personas indefensas si ya no conseguirían más dinero de ellos?, ¿quiénes son los beneficiarios de una acción tan despiadada? Por supuesto, se benefician los zetas que con este tipo de acciones acrecientan su principal activo para actuar a sus anchas: el temor. Pero otros beneficiarios son los grupos ultraderechistas de norteamericanos racistas y xenófobos que están tratando de detener la migración de los latinoamericanos a su país cueste lo que cueste. ¿Habrá alguna relación orgánica entre estos dos grupos de asesinos?
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